Después de la Segunda Guerra Mundial, ya era hora de que Francia
volviera a la carretera. En este aspecto, el 4 CV simbolizaba el
vehículo de la libertad. Aplaudido por los obreros, los comerciantes y
también por los deportistas, este automóvil llegaría a todos los
públicos y a todas las generaciones. Su eslogan «4 puertas, 4 plazas, 4
caballos» expresaba lo que lo hizo tan popular: su excepcional
habitabilidad gracias a un piso plano y un motor trasero. Sencillo y
bonito, el 4CV contribuyó a la democratización del coche de la
posguerra. El 4 CV, del que se vendieron más de un millón de ejemplares,
forma parte del patrimonio automovilístico nacional francés.
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